Últimamente está muy de moda hablar de la obesidad infantil porque es cierto que es uno de los grandes problemas de la sociedad española. Lo que no tengo tan claro es que las causas de esa obesidad estén bien estudiadas.
Se comenta como únicas causas el sendentarismo de los niños y la mala alimentación con muchos dulces o bollería industrial, las comidas preparadas, etc. Y aunque estos factores me parecen importantes, creo que no son los únicos a tener en cuenta.
Para empezar, a muchos bebés o niños se les pone a dieta antes de los tres o cuatro años, cosa que me parece una barbaridad enorme. Hacer pasar hambre a un bebé o a un niño pequeño me parece casi “maltrato”…sin olvidar todos los problemas con la comida que ese bebé tendrá en la edad adulta por culpa de esa dieta antes de tiempo.
En mi opinión, los bebés y niños no deben tener límites en la cantidad de comida, ni por exceso ni por defecto, siempre que coman alimentos sanos (evidentemente no estoy hablando de niños que sólo comen donuts de chocolate…). Pero si el bebé come su lechita y sus purés y si los niños comen comida normal (fruta, pan, macarrones, pollo, etc. osea lo que haya de comer en casa) no tienen por qué sufrir restricciones en cuanto a la cantidad (igual que tampoco deben sufrir obligaciones para comer).
Por otra parte hay niños que sufren problemas emocionales, falta de apego o cariño, soledad…e intentan suplir el cariño que les falta con comida.
Según Laura Gutman en su último libro “La revolución de las madres” cuando a esos niños los pones a dieta sufren muchísimo, porque no obtienen ni lo que necesitan de verdad (que es más mamá) ni el sustituto que se han buscado (que es la comida).
Es decir, en estos casos habría que revisar si de verdad existe un problema en la alimentación del niño (sedentarismo, muchos dulces, etc.) o si el problema es emocional y luego intentar solucionar el problema emocional, confiando en que el problema alimenticio se arreglará después.
También en palabras de Laura Gutman, si esto no se hace así, ese niño alcanzará la edad adulta con un trastorno de la alimentación plenamente establecido e interiorizado: obesidad, comer compulsivamente, anorexia, bulimia…porque al final todos esos trastornos tienen el mismo origen: problema emocional en la infancia.
¿Qué hacemos entonces si pensamos que nuestro hijo come “demasiado”? Primero ver si objetivamente lo que come es demasiado, porque alomejor simplemente tiene más hambre…
Una vez llegamos a la conclusión de que efectivamente come demasiado ¿qué hacemos? Pues revisarnos nosotros:
¿le atendemos con cariño o con impaciencia?
¿le restringimos la comida y por eso siempre quiere más por si acaso?
¿trabajamos demasiadas horas y no podemos atenderle?
¿pasa muchas horas en una guardería?
Si nosotros no podemos cuidar al niño ¿la persona que le cuida lo hace con afecto y está disponible?
¿estamos nosotros disponibles cuando llegamos a casa o nos ponemos a poner lavadoras, hacer llamadas y recados?
¿le atendemos por la noche si llora y se siente solo?
¿le exigimos muchas cosas o muy por encima de sus posibilidades (muchas extraescolares, estarse quietecito con dos años, etc.)
Seamos sinceros con nosotros mismos, siempre se puede rectificar y empezar a cambiar nuestra actitud con nuestros hijos. Si nosotros podemos solucionar el problema alimenticio con amor ¿no deberíamos hacerlo?
Citando otra vez los consejos de Laura Gutman debemos pensar que sólo dedicando 15 minutos al día de atención EXCLUSIVA a nuestros hijos veríamos grandes cambios en su actitud.
Aunque sea simplemente mirar cómo juega, sin coger el teléfono, ni hacer la lista de la compra, ni pensar en los recados por hacer…de verdad prestando atención a nuestro hijo.
Parece fácil ¿verdad? Entonces ¿por qué no probarlo?
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