Como todas las semanas contamos con Mireia Long para que nos hable de temas relacionados con la crianza y la educación de nuestros hijos que pueden cambiar nuestra vida a mejor.
Mireia Long es Co-directora y fundadora de La Pedagogía Blanca. Experta en antropología de la crianza y la educación, en pensamiento divergente, en establecer límites sin castigos y comunicación no-violenta, en aprendizaje online y cooperativo, en organización de espacios educativos y en altas capacidades.
Licenciada en Geografía e Historia, profesora, conferenciante, madre homeschooler. Ha trabajado además como periodista, publicista y actriz. Autora de los libros: “Una nueva maternidad” y “Una nueva paternidad”.
Desde hace varias semanas estamos tratando el tema de la Alta Capacidad en la educación con varios artículos relacionados. Si te apetece leerlos aquí tienes los enlaces:
- ¿Puede mi hijo tener altas capacidades?
- ¿Cómo reconocer las altas capacidades en la primera infancia?
- Los mayores errores del sistema escolar con los niños de alta capacidad
- El bajo rendimiento escolar y la alta capacidad
Hoy nos habla de las emociones de los niños de altas capacidades, algo que sin duda preocupa a muchos padres de estos niños.
Las Emociones del Niño de Altas Capacidades
Un niño de Altas Capacidades no solo tiene características intelectuales reseñables. Muchos niños con Altas Capacidades muestran mayor sensibilidad y reactividad, o sobreexcitación emocional.
Posiblemente podáis reconocerlas en vuestros hijos o recordarlas de vuestra infancia si estáis en este caso. Esto puede suponer dificultades en su relación con sus padres, sus maestros, otros niños, pero sobre todo puede suponer que ellos mismos sufran por esa intensidad emocional que los abruma.
Para comprenderlos mejor tenemos que aceptar este hecho como normal, abrazar su emocionalidad sin juicios y, consecuentemente, empatizar con ellos.
[Tweet “Para comprender las emociones de nuestro hijo con alta capacidad debemos empatizar”]
Os propongo que tratéis de imaginar como os sentiríais si, ante acontecimientos o situaciones comunes y aparentemente sin demasiada trascendencia, que los demás no experimenten igual, vosotros os vierais invadidos por reacciones muy intensas que desencadenan recuerdos o asociaciones de enorme alcance. Esto implica que en situaciones rutinarias las emociones alcanzasen enorme fuerza y os llegaran a afectar físicamente, produciendo hasta palpitaciones o dolores de cabeza o de estómago. Y que nadie lo entendiera.
Nos encontramos con niños intensamente impactados por el sufrimiento de otros seres humanos o de los animales, la empatía es tan grande que la compasión y el dolor ajeno les puede llegar paralizar, no dejándoles disfrutar de actividades cotidianas pues están preocupados por las injusticias o por problemas existenciales acerca del sentido de la vida, la muerte o las desigualdades. Esto puede llegar a que sientan tristeza enorme y ansiedad existencial por estos problemas y a hablar de ellos con una precocidad que su entorno no comprende.
También van a buscar solo relaciones y amistades con las que se sientan cómodos, respetados y libres, sintiéndose muy mal ante el rechazo, las burlas o los juegos algo agresivos de otros niños, no deseando relacionarse con ellos. Si se ven forzados pueden encerrarse en si mismos y desarrollar sentimientos de inadecuación y falta de autoestima.
[pullquote]Los demás los califican de exagerados, sombríos, tímidos, timoratos o, incluso, rechazarlos aún más por verlos como elitistas y despectivos, cuando solo necesitan comprensión y respeto por sus características[/pullquote]
Los demás los califican de exagerados, sombríos, tímidos, timoratos o, incluso, rechazarlos aún más por verlos como elitistas y despectivos, cuando solo necesitan comprensión y respeto por sus características. Al final no desean compartir sus inquietudes, intereses y pasiones, pues todo lo que reciben es que los demás se apartan de ellos y se burlan. Algunos se encerrarán, otros decidirán negar lo que sienten y tratarán, por todos los medios, de ser aceptados.
Y, ¿podemos ayudarles a manejar esa excitabilidad emocional y sentirse más felices?
Lo primero sería nunca burlarnos de sus emociones y pensamientos, al menos no hacerlo sus padres y educadores, para que el niño no sienta vergüenza de expresarse tal y como es. Si cada vez que comparte una preocupación existencial o emocional le decimos que eso es un disparate o una tontería, que debería dejar de pensar y sentir lo que siente y piensa, le transmitimos que es inadecuado, hasta puede pensar que es tonto, y, sobre todo, perderá confianza en él mismo y en nosotros.
Nombrar sus emociones e identificarlas va más allá, les daremos herramientas para que puedan expresarlas verbalmente de manera que no ataquen a otros o que puedan canalizarlas sin negarlas con técnicas de relajación, atención y respiración profunda. Además, necesitan aprender a explicar sus puntos de vista sin menospreciar a los demás, algo que pueden hacer cuando piensan que su interlocutor es poco inteligente.
Ayudarles a identificar sus emociones y a comprender a qué situaciones están conectadas les ayuda mucho, ya que la comprensión intelectual es para ellos un recurso al que agarrarse y con el que manejar mucho mejor esas emociones tan intensas.
Ser una persona muy sensible o con emociones muy intensas es algo que podemos enseñarles que es un precioso don, que los amamos y aceptamos como son y que estamos dispuestos a acompañarlos y confortarlos cuando lo necesitan.
En la Pedagogía Blanca os ayudamos a comprender y a acompañar a los niños con respeto y empatía, y ahora, con nuestra Séptima Promoción de la formación, podrás acceder a todos nuestros recursos.
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Muy buen post para ampliar información sobre el tema!