Hacer_quiet_book

Un día cualquiera, estaba navegando por facebook cuando vi que una alumna mía había publicado unas fotos de un libro precioso, blandito y monísimo que ella misma había hecho. Me quedé alucinada porque era tan achuchable que quería un libro para mi.

Ella me dijo que este tipo de libros se llamaban quiet book y que era una forma de dejar crecer tu creatividad y disfrutar de una manualidad al mismo tiempo que tus hijos (o los destinatarios del libro) cuentan con un precioso libro/juguete que les durará toda la vida.

Así que le pedí que escribiera en el blog para contarnos cómo se hace y aquí la tenemos. Ella se llama Marta Nogales y tiene unas manos increíbles.

Además le gusta tanto coser que ahora hace estos libros por encargo (para que te hagas una idea, un libro de 8 páginas cuesta aproximadamente 65 euros), así que si quieres que ella diseñe tu quiet book solo tienes que mandar un e-mail a su correo: martanogalescid@hotmail.com

¿Cómo hacer un Quiet Book?

La primera vez que vi un Quiet Book lo tuve claro, tenía que hacer uno… y de momento encontré la oportunidad, el segundo cumpleaños de mi sobrino. El día que se lo entregué, fue como si me arrebataran a un hijo… uffff, casi que me arrepentía pero ya no tenía nada más que regalar, así que tragué saliva y me desprendí de él.

A partir de ese momento supe que tenía que hacer otro, pero esta vez que quedase en casa, así que el destinatario sería mi hijo, de 4 años. Ahí la cosa se complicaba. Con 4 años tenía que buscar actividades atractivas que lo motivaran a jugar con él y le sirviera por un tiempo… tenía que darle vueltas al coco para que se adaptase a sus gustos y personalidad… en definitiva, que le encantase.

Busqué ideas por todos lados y en esos momentos en que estás receptiva, todo te inspira. Ahora lo que necesitaba, como siempre, era encontrar el TIEMPO para hacerlo, tiempo además sin él… no podía revelar la sorpresa!

Estaba en una etapa complicada, acababa de comenzar la Formación de Asesora en Lactancia Materna, y todo mi tiempo “libre” lo destinaba a estudiar… pero llena de valor me puse fecha, su santo, y para eso no quedaba naaaada!!!

El siguiente paso fue hacer un pequeño proyecto, un boceto que me guiara. Cogí mi cuaderno y me puse a dibujar, página por página, decidiendo el orden, qué material necesitaría, el color de cada página y de cada elemento dentro de ellas… ningún cabo podía quedar sin atar para que el resultado final fuera ¡perfecto!

Preparé todo lo necesario:

  • Telas de Fieltro
  • Tijeras
  • Pistola de silicona caliente y sus correspondientes “barritas”
  • Reglas
  • Lápices, rotuladores, cuaderno para bocetos y plantillas
  • Hilos, agujas, dedal
  • Máquina de coser, a punto y engrasada
  • Snaps plásticos de colores y alicates
  • Taladro circular
  • Y cualquier cosa que encontraba por casa, podía servir (velcros, lazos, botones, imperdibles, cremalleras, tul…)

Pasaban los días con todo preparado, esperando pacientemente a encontrar ese hueco y llegó Semana Santa, y ahí fue, con ayuda de un “duendecillo” que me iba cortando las páginas de tela, las distintas figuras que previamente yo había dibujado, … y página a página, en varias madrugadas, el libro quedó LISTO.

La portada sería de su color favorito, el azul. El elemento principal, un payaso vestido como él en su última actuación del cole… por supuesto no podía faltar su nombre, en goma eva para introducir otra textura. Y para darle un toque más divertido, cada letra de un color… y combinando con alguna de ellas, el cierre de libro.

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La primera página era un puzle tipo tetris, las piezas reversibles en dos colores, para que pudiera obtener más opciones diferentes. Y estas piezas no podían quedar sueltas, así que en la página siguiente, ideé un bolsillo entre páginas, cuyo tamaño adapté al volumen de las piezas y rematé con snaps del color de la página, reforzando la tela de la misma para que no se dañase al tirar del snap para abrir.

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La segunda… un reloj de agujas. Con agujas que giran, los números se desprenden con velcros y esto, además da para muchas opciones de juego: aprender la hora en cualquier idioma, ordenar los números que se pueden presentar desordenados, o colocarlos con el reloj vacío, se pueden repasar los números en español, inglés, francés,… la imaginación en este tipo de libros no debe tener límites. Además, incluí elementos de otros materiales (botón como eje de las agujas del reloj, lazo para las “patitas” del mismo). No hay que olvidar que, a parte del sentido de la vista, el tacto es muy importante en un libro como este, y el uso de distintos materiales, lo potencian.

La siguiente página fue ideada para mi primer quiet book, y como me gustó el resultado, decidí reutilizarla. Consistía en la cabeza de lo que podría considerarse un dragón, … que iba a servir de bolsillo para las piezas del Sr. Patata. La boca del dragón es una cremallera, que el niño tiene que abrir y cerrar y puede jugar a que el dragón se come dichas piezas.

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El Sr. Patata, en esta ocasión tiene también la versión de señora. Está compuesto por la base marrón, distintas partes del cuerpo y complementos. Con todo ello se puede jugar en español, inglés, francés,… la peculiaridad que he incluido esta vez es que los ojos son reversibles, teniendo así ojos marrones o verdes, y los zapatos también, teniendo en una única pieza la versión masculina y femenina. Este juego también permite conocer las proporciones reales entre las distintas partes, ya que a estas edades los niños suelen dibujar los ojos muy pequeños, o la nariz muy grande,… de este modo, puede constituir un referente para ellos.

Al pasar la página nos encontramos con un tablero vacío y una actividad a la que llamo, “la pesca”. En ella el barco se desplaza a través de la cuerda y con un imán, vamos atrapando los distintos peces de colores, cuya boca es parte de un imperdible metálico, que es por donde “se pesca”. De un total de 10 peces, tenemos 5 con ojos negros y 5 con ojos blancos. Con ellos formamos dos equipos para jugar al TRES EN RAYA en el tablero anterior.

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Mi hijo puede pasar horas paseando sus coches pequeños ¿os pasa también? Así que, aunque ya aparecía en mi primer libro, no quise dejar de incluir una carretera. En ella nos encontramos una gasolinera y un taller donde puede imaginar y crear situaciones distintas durante el paseo.

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También quise introducir alguna referencia a su estación del año favorita, el verano y cómo no, la playa. Se trata de un cubo que funciona de bolsillo donde guardar las partes de un castillo de arena, que puede montar de distintas formas. El castillo guarda un secreto: un cangrejo tras la puerta!!! Éste detalle le encanta, así como la textura del tul simulando la espuma de las olas del mar… siempre pasa sus deditos por ahí!

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Tras un árbol “pelado”, se esconde un bolsillo que alberga todas las estaciones del año. Y como éstas resultaban tan fáciles para él, los nombres los puse en inglés.

Otra actividad que no quería dejar de poner era una zapatilla para que aprendiese a atarse los cordones. He de reconocer que es con la que nunca juega, pero cuando llegue el momento, seguro que le saca partido.

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Y por último y como contraportada, números, que le motivan un montón. Tenemos los 365 días del año, los 7 días de la semana, las 24 horas del día, los 12 meses del año… y en el centro, su número preferido: el 100.

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A parte del carácter lúdico del libro en sí y de los contenidos educativos más evidentes, a lo largo de todo el libro se pueden practicar las formas, los colores, contar los objetos, se interioriza aquello de ordenar cada vez que se termina un juego recogiéndolo todo en sus bolsillos, se desarrolla la habilidad manual abriendo y cerrando broches, despegando y pegando velcros, abriendo y cerrando cremalleras, encajando piezas… también la agudeza visual, la memoria

Todo ello, en el propio idioma o en uno extranjero… Estos libros proporcionan un sinfín de posibilidades donde el límite está en la imaginación de quien lo utilice. Es una gozada ver cómo cada día lo coge y se divierte. Fue el regalo de su santo que más le gustó… sin embargo, y tengo que reconocerlo aquí, con lo que me quedo sobre todo fue con el tiempo que disfruté ideándolo, creándolo, confeccionándolo, … la ilusión que le puse a cada puntada,… a mí, que me encantan las manualidades, me relajan, me hacen desconectar,… en este estrés de vida que llevamos, con una rutina tan marcada por los horarios de los peques y en esta etapa en que el tiempo para mí misma es la última opción, me sirvió de terapia.

¡No dejéis de hacer el vuestro pero sobre todo, no dejéis de crear!