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Hoy he querido seguir publicando las historias de lactancia que mis fantásticas lectoras me siguen mandando. Si quieres que publique tu historia de lactancia en el blog sólo tienes que mandármela a maternidadcontinuum@gmail.com.

Os traigo a Luci, la autora del blog Mi Vida con Lia. Hoy Luci nos cuenta su historia de superación y de éxito, a pesar de muchas dificultades el el postparto que la obligaron a estar tumbada sin poder moverse y a pesar de que su hija perdió demasiado peso y hubo que ayudarla con un poco de leche artificial, al final ¡consiguió su lactancia que ya va para el año!

Os dejo con su historia:

Lia nació por parto vaginal, nació perfecta, pesó 3 kilos justos. El expulsivo fue muy bien, pujé solo 3 veces y mi niña vino al mundo. Si que hubo complicaciones durante la dilatación, pedí la epidural (error),me pincharon intradural por error y tuve un bloqueo motor, más de una hora paralizada de cuello para abajo. Al final di a luz sin epidural (y fue genial) este pinchazo me llevó a tener muchos problemas en el postparto.

Nada más nacer, la niña se enganchó al pecho y parecía que mamaba bien.

Ya instaladas en la habitación del hospital yo la ponía al pecho muy a menudo. Las enfermeras y auxiliares estaban muy pendientes y cada vez que alguna entraba a la habitación (a lo que fuera) me la ponían al pecho.

Ese primer día y el siguiente mamaba muchas veces, pero muy poquito cada vez. Casi al momento de engancharse se dormía. A mi me daba la sensación de que no comía mucho, se cansaba de mamar, no tenía fuerza y se dormía, agotada.

El segundo día, por la mañana, la enfermera del cambio de turno me dijo que no tenía suficiente pezón y que por eso la niña no mamaba bien. Me aconsejó que me hiciera con unas pezoneras y así lo hice. Me las trajeron mis padres.

Ese día pasamos el día entero intentándolo. Algunas auxiliares me quitaban la pezonera porque “eso es un cacho de plástico que está en el medio” , otras me aconsejaban ponérmela porque la niña no mamaba bien.

Yo no sabía muy bien que hacer. No sabía que era lo mejor. Pensaba que lo más natural es hacerlo sin nada, pero por otro lado veía que la niña no se saciaba.

Las enfermeras y auxiliares me estrujaban el pecho a cada rato para ver mi leche. Me decían que tenía un calostro muy bueno. Pero era eso, calostro, aún no tenía leche.

Esa noche mientras cenaba noté un dolor horrible en la cabeza y la nuca, no sabía lo que era, me dolía muchísimo. Empecé a llorar, y no solo por el dolor, si no de pensar que tenía que estar bien para cuidar bien de mi bebé… Y no lo estaba.

Vinieron los anestesistas y me explicaron que tenía una cefalea postpunción.

Me explicaron que, al pincharme mal la epidural, se había quedado un pequeño “agujerito” por el que se me salía el Líquido Cefalorraquídeo. De ahí venía el dolor; al estar en posición vertical el líquido subía al cráneo y hacía presión, de ahí tambien la rigidez cervical.

Me pusieron calmantes y corticoides para tratarlo. Todo esto era compatible con la lactancia, pero había otra medicación que necesitaba que no lo era. Así que me negué a que me la pusieran. No recuerdo el nombre de la medicación, se que era algo con cafeína, así que el anestesista me prescribió dos cafés y dos coca-colas al día (noticia muy buena para mi porque soy adicta al café y durante el embarazo lo dejé, algo bueno había que sacar de esto).

Lo siguiente era estar de tres a cinco días sin incorporarme, es decir, tumbada.

Hay una intervención, parche hemático se llama, en la que te vuelven a pinchar y te meten tu propia sangre, con esto dicen que el “agujerito” se cierra y te pones bien en el momento.

Yo solo de pensar que me iban a pinchar otra vez no podía dejar de llorar, me daba pánico, me temblaban las piernas… Todo esto se sumaba a mis miedos de primeriza, no sabía ni como dar el pecho,ni lo que era mejor.

Después de pensarlo mucho, debatirlo con mi marido y mi familia y pedir opinión a anestesistas conocidos, decidí no hacerlo (ya había pasado un susto con la epidural y no quería más).

En fin, de tres a cinco días tumbada, de tres a cinco días más en el hospital, sin poder irnos a nuestra casa.

Si ya me estaba costando establecer bien la lactancia, tumbada y con vías (con sus respectivos dos cables) en cada mano, ya ni os cuento.

Las enfermeras y auxiliares me enseñaron a dar el pecho tumbada de lado, cosa que al principio me parecía incomodísima y encima sin pezón.

Era ya el tercer día y aún no tenía leche. La niña cada vez dormía más y comía menos. Yo estaba muy preocupada. Ya había perdido el 10% de su peso al nacer.

Una auxiliar majísima, Nazaret, venía todos los días aun que no le tocara nuestra habitación. Se pasaba a ayudarme a ponerla al pecho. Una de las veces estuvo con nosotras más de una hora hasta que se enganchó, ya que tumbada aún no nos apañábamos muy bien. Enseñó a mi marido a colocarme a la niña y así podíamos ir haciéndolo solos.

También estuvo un buen rato,con una jeringuilla cortada, sacándome el pezón para que la niña lo cogiera mejor. Nada. Al final pezonera.

El cuarto día por la mañana la niña tenía mucha fiebre.

Vinieron a tomar la temperatura a la niña como todas las mañanas. La auxiliar desnudó a la niña y me dijo que tenía “un poquito de fiebre”. Mi hermana, enfermera que había trabajado en ese hospital, se pudo meter en la historia y vio que ese “poquito de fiebre” eran 39,3. Esto no me lo ha dicho hasta hace poco.

Yo,aun que no sabía la temperatura exacta de la niña, sabía que no estaba bien. Casi no comía, o no sacaba leche ya que estaba en la teta constantemente.

Pedí que me dieran un biberón. Sabía que esto podía hacer fracasar la lactancia, pero no podía ver a mi bebé diminuto perdiendo peso, dormida todo el día y no hacer nada.

No me lo dieron,se negaban. Insistían en que poniéndola al pecho me subiría la leche. Claro que si! Eso ya lo sabía! Y era lo que hacía, pero quería darle un biberón, ver que se ponía mejor y seguir igual con la teta.

Al final,cuando vino la pediatra y la vio resultó que la niña estaba deshidratada y le pautó “una ayudita” para después del pecho. A partir de ese día le dábamos (bueno, yo no, no me podía levantar) una jeringuilla de leche artificial después de cada toma. Al final le dábamos 2 porque seguía perdiendo peso.

El quinto día por la mañana, por fin!, me subió la leche. Ya notaba como la niña bebía y se quedaba saciada después de cada toma. Ese día seguimos dándole la ayudita.

Tomar leche artificial, lejos de hacer fracasar la lactancia nos ayudó. La hizo más fuerte y así pudo coger bien la teta.

Al día siguiente, el sexto ya, la niña estaba perfectamente y además mamaba muy bien.

Yo tenía la esperanza de estar solo tres días tumbada, pero al final tuvieron que ser cinco.

Pregunté si me podía incorporar para darle el pecho a la niña o cambiarla el pañal, pero no me dejaron. Me dijeron que cualquier movimiento, incluso toser o orinar con fuerza podía abrir otra vez el agujerito. Así que yo me estaba muy quietecita en la cama para ponerme bien cuanto antes.

Finalmente fueron ocho días los que estuvimos allí.

Ahora lo veo como algo bueno, ya que si hubiera estado sola en casa,seguramente me hubiera rendido al ver que no tenía leche y que el bebé estaba deshidratado.

Tuve mucha suerte de encontrar en el hospital personal tan cualificado e informado sobre lactancia, además de ser amables.

No creo que lea esto,pero quería agradecerle a Nazaret su paciencia y su ayuda por que sin ella no habría podido dar el pecho.

Lo bueno de haber pasado los primeros 8 días de Lia rodeados de personal de maternidad es que, cuando llegamos a casa, eramos unos expertos en gases, pañales y sobre todo lactancia…!!

Siempre se saca algo bueno de cualquier situación!

Ya en casa la lactancia fue genial. Por el día mamaba a demanda y a mi me encantaba tenerla cerca. Las “temidas” tomas nocturnas no nos costaron nada. Lia nunca ha llorado, gruñe un poco y ya está. Además no se despertaba para hacer las tomas por la noche, tenía que despertarla yo cada 3 horas. Es muy dormilona, pero ahora sabía que dormía porque estaba con su tripita llena, y no deshidratada.

Nunca hemos tenido crisis de lactancia (o yo no me he enterado), ni mastitis,ni grietas ni nada. Así que hemos tenido suerte!

Estoy contenta porque, después de casi 12 meses, le sigo dando el pecho. Incluso le preparaba los cereales con mi leche, extraída con sacaleches.

Después de haberle dado leche artificial y de haberme subido la leche muy tarde, lo hemos conseguido! Y espero que aún nos dure mucho tiempo.

Hasta con dificultades en el postparto, con constancia y asesoramiento se puede conseguir. Todas podemos.

 ¡Muchas gracias Luci por esta emotiva historia!

Si quieres leer los relatos de más de 50 madres lactantes entra aquí y lee el libro de mi amiga Mónica Salazar y si quieres contribuir con tu propia historia, escribe a maternidadcontinuum@gmail.com

 

Si quieres leer más historias aquí tienes las anteriores:

– La historia de Eva

– La historia de Sylvia

– La historia de Sandra

– La historia de Carlota

 – La historia de Conchi

– La historia de Carla Candia

– La historia de Ana

– La historia de Susana

– La historia de Isabel María

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La historia de Alexandra

– La historia de Carolina parte 1

– La historia de Carolina parte 2

– La historia de Ingrid

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